No, no está en el salmón.
El origen real de este nutriente esencial no está en los peces, sino en microalgas y fitoplancton del océano, los verdaderos productores de omega-3 (EPA y DHA). Estos microorganismos son consumidos por pequeños organismos marinos, que a su vez son ingeridos por peces más grandes, como el salmón, lo que permite que el omega-3 se acumule en sus tejidos.
Aquí es donde surge el mito: la mayoría del salmón disponible en el mercado hoy en día es de cultivo y no se alimenta de microalgas. En cambio, suele ser alimentado con piensos basados en soja o maíz, lo que reduce significativamente sus niveles de omega-3 y aumenta los ácidos grasos omega-6. Este desbalance puede ser contraproducente para la salud, ya que el cuerpo necesita un equilibrio entre omega-3 y omega-6.
Además, aunque el pescado es una fuente rica en EPA y DHA, existen otras alternativas: las fuentes vegetales, como semillas de chía, lino y nueces, aportan omega-3 en forma de ALA, que el cuerpo convierte en EPA y DHA, aunque en menor proporción. Hoy también es posible obtener omega-3 directamente de microalgas, una opción más sostenible y ética que reduce la presión sobre los océanos.
En conclusión, el omega-3 que encontramos en el salmón y otros peces tiene su origen en las microalgas marinas. Y aunque el salmón de cultivo es una fuente popular, no siempre es la más rica en omega-3. Para quienes buscan alternativas, existen opciones vegetales y suplementos a base de microalgas que son igual de efectivos y más sostenibles.
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